¿El valor este en el proceso o en el certificado?

Les comporto que este año uno de mis propósitos es concretar una meta que viene quedándose en la bandeja ya por varios años: correr un maratón.

Disfruto correr y lo hago de tiempo atrás, es el momento en que me siento libre, en total control de mi cuerpo, mi mente y gestionando mis emociones. También es el momento en el que surgen las grandes ideas, para mi es CLARIDAD.  

Y se preguntarán, ¿qué viene al caso con la certificación de contenencia laborales? Pues tiene todo que ver y aquí les va porqué…

La meta para mí está en terminar los 42 kilómetros o lo que sería igual obtener mi certificación en X o Y Estándar de Competencia.

Y entonces viene “la vocecita”: “con las niñas y el trabajo no creo que logre entrenar lo suficiente”, “¿y si me acalambro y no termino?”, “Claudia corrió medio maratón y termino echa pomada y es super fit”. En el otro escenario: “¿Y si me pongo nerviosa y no logro certificarme?”, “con la chamba seguro no me da tiempo de prepárame”, “¿y si me servirá certificarme?”, “mi compañero fue y no pasó” … en ambos casos se requiere de valor para decirle “ALTO” a esa “vocecita” y no permitir que nos detenga.

Entonces viene la preparación. Te informas – páginas de internet, preguntas con amigos, blogs, podcast, libros, entrevista a maratonistas, etc. Sales a correr e identificas que en 40 minutos corres 5 kilómetros. Ese es el punto de partida.  Buscas un entrenador que te guíe en el camino, esa persona que estuvo donde tú estás y puede mostrarte la ruta idónea para llegar a la meta sin lastimarte; y entonces con el plan de entrenamiento en mano empiezas. Levantada temprano, corridas largas, tiempo de carrera, fuerza, resistencia, sentadillas, meditación, días buenos, días no tan buenos (en estos se asoma “la vocecita”…. Shhhhh). El entrenador ahí está “la técnica: levanta las rodillas, concéntrate, ayúdate con los brazos, dos sentadillas más, SI PUEDES”. “No te vayas sin estirar y para ayudar las articulaciones toma colágeno”, y así vamos día a día, semana a semana.

En el segundo escenario sucede algo muy similar. Te informas – páginas de internet sobre certificación de competencias, identificas en qué Estándar de Competencia quieres certificarte, pides referencias de Centros de Evaluación o Evaluadores Independientes con buena reputación, haces un examen diagnóstico para identificar el punto de partida y las áreas de oportunidad y tienes un evaluador que te guie en el camino, esa persona que estuvo donde tú estás y puede mostrarte la ruta idónea para lograr el objetivo, y entonces con tu plan de evaluación en mano empiezas. Capacitación, repasar los conocimientos, desarrollar más las habilidades necesarias, estudiar. El evaluador está ahí “Para tu evaluación te sugiero leer esto, realizar estos ejercicios, apoyarte con estas aplicaciones”. “No olvides revisar a detalle el Plan de Evaluación para resolver las dudas y verificar que estas listo”. “Mañana es tu evaluación, duerme bien. “Confía en ti, tendrás un gran desempeño”.  

En ambos casos el foco de atención es LA META – EL CERTIFICADO.

De pronto platicando me dicen, “oye Ana, el valor está en el proceso no en el resultado” ¡ZAZ!, me cayó como valde de agua fría y en ese preciso segundo todo cobró mayor sentido y el gran peso de la espalda se fue. Independientemente de que llegue a los 42 km corriendo o no, yo ya GANÉ:  la meta – el certificado es la cereza del pastel, lo que realmente importa es lo que crecemos como personas en el trayecto.

Así que la próxima ves que estemos por iniciar un proceso de evaluación – certificación hagámonos las preguntas: ¿Qué buscamos? ¿Un certificado o la seguridad para pararnos frente a un empleador sabiendo lo que traemos a la mesa?  ¿Un certificado o habilidades nuevas para enfrentar los retos? ¿Un certificado o la fortaleza que da el logro merecido?

Revisa tus opciones, el evaluador es la pieza clave: en cada proceso de evaluación que lleva a cabo tiene la posibilidad de trascender y dejar huella en la persona evaluada. 

Ana Kelley 🙂  

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